En Ciudad del Este y su zona metropolitana, la tranquilidad de nuestras noches se ha convertido en un lujo que pocos podemos disfrutar. Cada vez es más común escuchar historias de vecinos —y me incluyo— que debemos soportar a grupos de personas alcoholizadas, vociferando a altas horas de la madrugada, con música a todo volumen y comportamientos que no solo rompen la paz del barrio, sino que también ponen en riesgo la seguridad de todos.
Lo más indignante es que estos inadaptados actúan con total impunidad. Las denuncias quedan archivadas, las autoridades miran para otro lado y, en contadas ocasiones, los responsables enfrentan consecuencias ejemplares. La falta de sanciones severas no solo perpetúa estas conductas, sino que envía un mensaje peligroso: que en nuestro país, molestar, incomodar y hasta poner en riesgo la vida de los demás sale gratis.
Y lo que resulta aún más preocupante es ver y leer cómo existen muchas personas que alientan estas prácticas, atacando a quienes solamente queremos descansar, calificándonos de amargados, envidiosos y otros adjetivos. ¿Envidiosos? ¿De qué exactamente? ¿De un energúmeno que a las tres de la mañana convierte la calle en su discoteca privada, mientras los demás intentamos dormir? ¡Qué envidia! ¡Ojalá todos tuviéramos esa capacidad de no respetar a nadie y creernos los dueños del barrio!
Esto no se trata de un simple problema de convivencia. La gente está cansada de soportar este tipo de atropellos, mientras los responsables siguen actuando con total impunidad. En la mayoría de los casos, este comportamiento ocurre bajo los efectos del alcohol y estupefacientes, tornando el hecho aún más grave. Y claro, ¿qué se puede esperar cuando el nivel de educación es tan «elevado» que creen que el respeto a los demás es un invento de los amargados? ¡Brillante!
En muchos casos, el comportamiento de estos inadaptados ha terminado en tragedias. Accidentes graves, peleas que escalan a niveles violentos e incluso muertes de inocentes que solo tuvieron la mala suerte de cruzarse con personas que decidieron hacer de la calle su zona de fiesta.
¿Dónde está la Justicia cuando más se la necesita? Es urgente que nuestras leyes se adapten a esta realidad. No se puede seguir permitiendo que los responsables de estos actos queden impunes. Se necesitan sanciones más severas, acciones más contundentes por parte de los agentes policiales y una Justicia que realmente haga sentir su peso sobre quienes actúan con desprecio hacia la paz y seguridad de todos.
Porque al final del día, no estamos hablando solo de ruidos molestos. I kueraima la gente, y con razón. La paciencia tiene un límite, y es hora de que las autoridades dejen de mirar para otro lado. Estamos hablando de un estado de indefensión en el que la ciudadanía se ve obligada a soportar a los inadaptados, mientras el derecho a descansar y vivir en paz se convierte en un derecho que, paradójicamente, cada vez es más difícil de ejercer. Y yo me pregunto: ¿hasta cuándo?