Bueno, bueno, parece que en la siempre agitada novela de la política altoparanaense ahora tenemos un nuevo capítulo digno de un guion de telenovela. Resulta que ya no basta con los acuerdos entre bambalinas o los apretones de manos en los pasillos, no señor. Ahora las discusiones vienen con bofetadas incluidas, cortesía del elenco estelar de nuestra Junta Departamental vs. la Gobernación de Alto Paraná.
La escena no fue en cualquier lugar. Todo ocurrió en la plaza frente a la Gobernación, donde se estaba realizando el traslado de indígenas apostados allí hasta sus comunidades de origen. Hasta ahí, todo bien. Pero que nadie se engañe: los concejales de la bancada «naranja» no estaban allí para defender a los nativos ni para preocuparse por su situación. Fueron a armar kilombo, porque desde hace un tiempo se les cortó la famosa “asignación trimestral de cariño”, o sea, se les secó el chorro de un centenar de millones. Y claro, eso los tiene nerviosos desde hace semanas.
Y cuando se interrumpe ese tipo de “incentivo”, algunos deciden que la mejor forma de hacerse notar es con un show mediático. El resultado: la esposa del gobernador Landy Torres cruzándole una sonora cachetada a uno de ellos, en plena vía pública, ante todos los testigos. Una postal política difícil de superar.
Porque, claro, nada dice “apoyo institucional” como un buen escándalo de gritos, empujones y un manotazo en la cara. Y así, estimados lectores, tomen asiento y disfruten de este sarcasmo servido en bandeja: en la política local, los “apretones de manos” se han modernizado a “apretones de cara”.
Lo más irónico: el telón de fondo de toda esta tragicomedia es el programa Hambre Cero. Pero aquí el hambre no es de comida. Aquí lo que realmente falta es la ración de fondos, y cuando esa se corta, los aliados de ayer se convierten en revoltosos de hoy. Para el buen entendedor: «opa la plata, opa el amor».
Así seguimos, entre bofetadas, reclamos disfrazados de principios y un reality show político que se da de bruces con la realidad de la gente. Porque mientras los políticos se reparten golpes y quejas, los problemas de los nativos —los verdaderos protagonistas olvidados— siguen intactos, sin aplausos ni escenario.