Ciudad del Este. Largas filas, bocinazos interminables y un descontrol generalizado en las calles se han vuelto parte de la rutina diaria para quienes transitan por esta ciudad. Desde que inició la intervención de la Municipalidad, el caos vehicular se intensificó sin que ninguna autoridad dé señales claras de gestión o solución.
En el microcentro, la situación es crítica. La ausencia de agentes de tránsito permite que los conductores se disputen cada metro de asfalto, generando embotellamientos que se extienden por horas. Lo que debería ser una zona ordenada y fluida para el comercio, se convirtió en un escenario caótico donde la falta de coordinación agrava aún más el problema.
A esta situación se suma la inacción del equipo interventor, que se enfoca exclusivamente en revisar documentos de la administración anterior, mientras la ciudad se desangra en un desorden que afecta a comerciantes, trabajadores, estudiantes y turistas.
Fuera del casco urbano, las rutas PY02 y PY07 no ofrecen un respiro. Allí, la ley del mbarete predomina ante la ausencia de control, mientras la Patrulla Caminera permanece inactiva o indiferente ante el desborde del tránsito. A pesar de ser rutas de alto flujo, la regulación es mínima o inexistente.
Varios ciudadanos, en redes sociales y medios locales, reconocen que la pasividad ciudadana también alimenta el deterioro de la convivencia vial. Sin presión ni movilización, los problemas persisten, y Ciudad del Este —la segunda ciudad más importante del país y motor económico de la frontera— sigue sin recibir la atención que merece en materia de tránsito y movilidad urbana.
