La promulgación de la nueva Ley de la Función Pública y la Carrera del Servicio Civil por parte del presidente Santiago Peña representa, según el discurso oficial, un gran paso hacia la modernización del sector público en Paraguay. Pero, ¿realmente estamos ante una reforma que transformará el servicio civil o es solo otro intento que quedará en el papel?
Primero, debo reconocer que la intención de profesionalizar la función pública a través de concursos y evaluaciones es positiva. En un país donde el clientelismo y el nepotismo han sido prácticas comunes durante décadas, hablar de meritocracia suena casi revolucionario. Sin embargo, tengo serias dudas sobre la voluntad real de quienes detentan el poder para implementar estos cambios de manera efectiva.
Las evaluaciones obligatorias, por ejemplo, podrían convertirse en una herramienta clave para mejorar el desempeño. Pero también podrían ser utilizadas para presionar o excluir a funcionarios que no se alineen con ciertos intereses. Todo dependerá de cómo se diseñen y ejecuten estos procesos.
La prohibición del nepotismo es otro punto que merece aplausos, al menos en teoría. Sin embargo, sabemos que en nuestro país siempre se encuentra una manera de sortear las normas. Me pregunto si los concursos realmente serán transparentes o si solo disfrazarán prácticas ya conocidas bajo una apariencia de legalidad.
El sistema de directivos públicos también es una idea interesante. Si se implementa bien, podría garantizar una mayor continuidad en las políticas públicas, evitando los constantes cambios que paralizan las instituciones tras cada elección. Pero, ¿cuántos de estos directivos tendrán verdadera independencia frente a las presiones políticas?
Esta ley llega en un momento donde la desconfianza hacia las instituciones está en su punto más alto. Muchos ciudadanos, incluyéndome, nos preguntamos si estas promesas de cambio no son solo un intento de maquillar el sistema sin atacar los problemas de fondo.
También me preocupa que se pase por alto la necesidad de fortalecer la fiscalización independiente. Sin un control efectivo, esta ley corre el riesgo de convertirse en otra norma que nadie cumple. Además, la libertad sindical parece estar en jaque, y eso es algo que no podemos permitir.
Esta nueva normativa es, sin duda, una oportunidad para mejorar la función pública, pero también es un gran desafío. Su éxito dependerá de cómo se implemente y, sobre todo, de si existe una voluntad política genuina para romper con las prácticas del pasado.
Por ahora, me mantengo escéptico. He visto demasiadas leyes bien intencionadas quedarse en nada porque no hubo el coraje necesario para aplicarlas. Espero estar equivocado, porque Paraguay merece un servicio civil que realmente sirva a los ciudadanos, y no a los intereses particulares de unos pocos.