Durante décadas, llamar algo “paraguayo” en Brasil era motivo de burla. Hoy, la realidad se invierte: mientras Brasil enfrenta altos impuestos, burocracia y costos crecientes, Paraguay aparece en la prensa brasileña como un refugio económico y productivo para miles de ciudadanos del país vecino.
De acuerdo con portales brasileños como No Centro do Poder, Paraguay se ha consolidado como el principal destino de inmigrantes brasileños en América del Sur, con más de 263 mil residentes provenientes de Brasil. El atractivo está en su régimen tributario reducido, energía barata y estabilidad macroeconómica, ventajas que contrastan con las dificultades que enfrentan las empresas y trabajadores en el lado brasileño.
Los medios del país vecino destacan que Paraguay logró reinventarse silenciosamente: bajó impuestos, simplificó leyes y creó condiciones que favorecen la inversión extranjera. Mientras tanto, Brasil mantiene un modelo cargado de trámites y regulaciones que desalientan la producción.
Este fenómeno no es nuevo. Sus raíces se remontan al gobierno del general Alfredo Stroessner (1954–1989), cuando se promovió la llegada de colonos brasileños a las zonas agrícolas del Este paraguayo. Aquellos pioneros, conocidos como “brasiguayos”, fueron el inicio de una corriente migratoria que hoy abarca empresarios, industriales, estudiantes y profesionales liberales.
Actualmente, Paraguay ofrece uno de los sistemas tributarios más competitivos del continente, con impuestos a la renta del 10 %, costos energéticos entre los más bajos del mundo y un entorno que incentiva la producción. Estas condiciones han hecho que empresas brasileñas trasladen parte de su operación a ciudades como Pedro Juan Caballero, Hernandarias y Ciudad del Este.
Según la prensa brasileña, lo que antes era un país objeto de prejuicios, hoy se convierte en un modelo de pragmatismo económico que inspira a muchos al otro lado de la frontera.
